Recobré el conocimiento de a poco, como si emergiera desde una oscuridad espesa que me tragaba por completo.
No supe cuántas horas, minutos o vidas habían pasado desde que perdí la conciencia.
Lo único que sentí al principio fue un peso en el pecho y un dolor punzante en la sien, como si mi alma estuviera peleando por regresar a mi cuerpo.
Abrí los ojos despacio y lo primero que vi fue una figura inmóvil, sentada a mi lado. Tardé un segundo en reconocerlo, pero cuando lo hice sentí que la sangre me abandonaba por completo.
Azkarion D’Argent estaba ahí, tan cerca que podía escuchar su respiración pausada.
Tenía los ojos cerrados y su mano reposaba casi sobre la mía, como si hubiese estado cuidándome… o vigilándome, no lo sabía.
El corazón me dio un vuelco. Instintivamente, alejé mi mano de la suya y ese simple movimiento bastó para despertarlo.
Abrió los ojos de inmediato, como si hubiera estado dormido solo de cuerpo, pero atento con el alma.
Nuestros ojos se encontraron, y el mundo pa