Consumirme
Alessio
Fui directo a la oficina en cuanto pisé Italia. Alexander me había recomendado descansar aquel día, pero perdí demasiado tiempo y debía cobrarme con creces cada valioso minuto que desperdicié en Gina. Seguía deseándola con todas mis fuerzas, eso era algo que no podía negar y que me enloquecía, pero estaba enojado. Debía hacerle entender que este juego tenía un solo ganador y que yo tenía el control.
—Señor, la señorita Deyna ya está aquí.
—Hazla pasar —dije con altivez.
—¿Me mandó a llamar, señor? —preguntó Deyna cuando estuvo frente a mí.
Me acomodé en el sillón y sopesé por un momento mis palabras.
—¿Está concluido el contrato de la señorita Stevens?
Dey