Siempre tuya
Gina
Siempre me gustó sentir aquella ventisca que anunciaba el invierno y dejar que los rayos del sol me bañaran con su calor, proporcionándome aquel equilibrio que tanto necesitaba. Así me sentía ahora. De pie frente a Alessio miraba cómo el verde de sus ojos se hacía cada vez más profundo cuando los rayos de sol los iluminaban. Contemplaba la belleza de su rostro y cómo se transformaba cada vez que una sonrisa se asomaba. ¿Acaso esto era un sueño? Nos despertamos aquella mañana como todas las demás y ahora los dos al fin nos jurábamos amor eterno frente al altar.
—¿Cuánto amor estás dispuesto a dar? —indagué mientras veía cómo temblaba aquel trozo de papel en mis manos—. No sabía lo que era amar con tanta intensidad hasta que te vi llegar. Llegast