Encrucijada
El bosque parecía tragarse el sonido de sus pasos. A medida que avanzaban, el aire se volvía más espeso y cargado de un olor terroso. La maleza se abría poco a poco hasta dejarles ver un claro amplio, bordeado por arbustos bajos y suelo pisoteado. Por fin habían atravesado la parte difícil, ahora frente a ellos se abrían los campos de pastizales.
Roan alzó un brazo, deteniendo al grupo.
-Esperen, no sigan. -Susurró, con el ceño fruncido.
Frente a ellos, una manada de bisontes descansaba en semicírculo, sus cuerpos enormes y oscuros ocupaban gran parte de la zona. Algunos rumiaban tranquilamente; otros permanecían echados, los lomos cubiertos de polvo. Entre ellos, varias crías se acurrucaban en la hierba.
El silencio era engañoso, la tranquilidad de esos animales no debía ser interrumpida o terminarían cargando de tensión el pasaje. Cada exhalación de los animales parecía un rugido contenido.
-Si los molestamos, será un desastre. -Murmuró Iker, su mirada fija en los cuer