Un Reencuentro
El terreno se volvió rocoso, más difícil de maniobrar, pero no se detuvo. El eco del aullido aún vibraba en su pecho cuando se lanzó siguiendo el cauce del río. El corazón golpeaba dentro de su pecho con una fuerza que dolía. No sabía qué iba a encontrar, solo sabía que tenía que ir hacia allá.
Entonces, entre su paso veloz y la vegetación, sumado a la oscuridad de la noche en una curva del sendero, ella apareció.
Una sombra oscura emergió entre los árboles, corriendo con la misma desesperación, con el mismo fuego en cada zancada.
Y el impacto fue inevitable.
Ambos lobos colisionaron con fuerza, rodando entre hojas secas, tierra suelta y piedras resbaladizas. Gruñidos sorprendidos escaparon de sus gargantas al chocar. Fue un caos de patas, pelaje y jadeos. Kael se incorporó primero, con la respiración agitada, y ella también lo hizo enseguida, sacudiéndose el cuerpo, alerta.
Se quedaron mirándose.
Sus pechos subían y bajaban por la agitación y la sorpresa. La Loba de