Reconfortante
Fue en su adolescencia. Lía debía tener unos dieciséis años y Kael, dieciocho. No recordaba con claridad cómo ni por qué se había enfadado tanto, pero sí tenía grabado en la memoria que había golpeado con fuerza a una loba mayor que la molestaba seguido. La cosa se complicó cuando otras dos mujeres, amigas de la herida, intervinieron. La separaron con violencia y le devolvieron algunos golpes en represalia.
Cuando Kael la encontró más tarde, simplemente la sostuvo en silencio. Ella se rompió en sus brazos. Al levantar la cabeza con los ojos hinchados y rojos, él le acarició el rostro con una ternura inusual en alguien como él.
-No llores así, Ojitos. Me partes el alma.
Lía se sonrojó al instante. Era secreto, le gustaba Kael desde hacía tiempo, y que estuviera tan cerca, consolándola, secando sus lágrimas con ese gesto suave, la hizo chillar internamente. Poco después, sus coqueteos se volvieron más evidentes. Escalaron en confianza, hasta que comenzaron a salir.
Desde