6. En el Palacio de Astor

«¡La reina está herida!»

Fredrick no bajó del carruaje, saltó desde donde estaba y corrió para comprobar lo que su hombre acababa de gritar. Su corazón martillaba fuerte contra su pecho, tenía miedo, pero también un profundo enojo. Una ira que amenazaba con convertirse en un ciclón dispuesto a arrasar con todo a su paso.

Entre tanto, Selene se bajó con la ayuda de una doncella, por un momento tuvo el deseo de echarse a correr en dirección opuesta al carruaje de la reina y escapar, dejar todo atrás y empezar de nuevo en un pueblo lejano, donde nadie supiera quién era ella o su relación con la Casa Real, sin embargo, su noble o más bien su tonto corazón la guio al carruaje, mientras el médico y la enfermera corrían para socorrer a la reina, pues ellos venían en el carruaje prestado por los Russell, unos metros detrás del suyo.

Selene contuvo la respiración al ver a la poderosa reina, herida y manchada de sangre, sus ojos estaban cerrados, Frederick la cargaba entre sus brazos y por un m
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