7. Ni te le acerques

El rey alcanzó a agarrar a su prometida, antes de que esta se diera un duro golpe al caer al suelo.

—Niña tonta, no tenías que descuidarte, ¿ahora quién cuidará de ti? —murmuró olvidándose de las doncellas en la habitación.

—Llamaré a uno de los guardias para que lleve a Lady Selene a su habitación —se atrevió a decir una de ellas, ganándose una mirada sería por parte del Rey.

—No es necesario, me haré cargo de Lady Selene —dijo—. Llama al médico y tú, trae un poco de sopa caliente —ordenó.

Las doncellas corrieron a cumplir las órdenes del Rey, mientras Frederick caminaba con Selene entre sus brazos. Se sentía raro de tenerla así, pero prefería ser él quien la llevara y no otro hombre. No estaba bien, que otro hombre pusiera las manos sobre la mujer que sería su esposa.

La joven era tan liviana como una pluma, él se atrevería a decir, que pesaban más sus ropas, que su carne. Algo que no tenía sentido, el Barón Russell no estaba en la ruina, ¿por qué razón no alimentaba bien a la
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