POV: Aslin Ventura
La mansión a la que nos llevó Edrien no era igual a la de Alexander. No tenía los muros fríos, ni las ventanas cerradas con pestillos. Tampoco ese silencio tenso que parecía esconder gritos detrás de cada puerta. Esta casa era distinta. Amplia, antigua, con techos altos y olor a madera y lavanda. Y, sobre todo, segura.
Nos dejaron entrar por una puerta trasera. Un pasillo largo nos condujo a una sala iluminada con lámparas tenues y alfombras gruesas. Edrien no se despegaba de nosotros. Llevaba a Isabella en brazos, y yo aún sostenía las manos de Liam y Noah. Mis hijos estaban agotados, pero aún no decían ni una palabra. Solo observaban con esos ojitos asustados que tanto me rompían el alma.
Una mujer de voz suave nos trajo mantas y agua. Nos sentamos en el sofá, todos juntos, en silencio. El mundo parecía haberse detenido por un segundo. Pero mi corazón no. Mi corazón seguía golpeando con fuerza en mi pecho, con un solo pensamiento clavado en la mente.
Carttal.
No