Abro mis ojos y la claridad de la habitación me obliga a cerrarlos de inmediato. Luego de adaptarme mejor, noto que estoy en una habitación blanca. En mi mano tengo insertada una intravenosa.
Al observar a mi alrededor, mi mirada se detiene en el hombre sentado elegantemente en un asiento de cuero negro, mientras tecleaba con velocidad en un computador que tenía sobre su regazo.
—Veo que ya has despertado —me dice sin levantar la mirada del computador, desconcertándome, ya que no esperaba que me hablara.
—¿Qué le hiciste a Erick? —le pregunto, y de repente noto cómo su ceño se frunce y clava sus ojos furiosos en mí.
—No ha pasado ni un minuto desde que despertaste y ya estás preguntando por ese hombre. ¿Tanto te interesa, Aslin? —me dice, haciendo énfasis en esto último.
—No es que me interese, es solo que no deseo que personas que no están involucradas paguen por mi culpa —le respondo, encarándolo.
—Sabes muy bien que siempre cumplo mis promesas. Si hubieras hecho caso a mis pa