Un gemido emanó de la garganta del presidente, quien no pudo evitar sentirse enajenado de su propia consciencia mientras poseía a Taly, quien apenas tuvo que mirarlo para hacerlo sucumbir a la lujuria.
Un pequeño quejido salió de sus labios, toda vez que apenas podía controlar sus latidos y la frescura de la que se veía contagiado.
Un lascivo y morboso «Eres deliciosa», brotó de sus labios seguido de un lastimero gemido que llenó por completo la habitación.
Se quedó quieto dentro de ella, esperando que se acostumbrara a la invasión y cuando la sintió removerse, supo que estaba lista.
Comenzó a moverse dentro y fuera de ella, al principio lento, suave y aceleró los movimientos cada vez más, poco a poco hasta que escuchó los gimoteos de la mujer y las peticiones para que cada vez se volviera más intenso.
Aceleró las penetraciones y se adentró en ella cada vez más fuerte y más rudo, provocando que la joven comenzara a emitir gritillos que resonaban por toda la habitación.
El movimiento de