ANDREA
Cuando la sesión termina, Danna y el enfermero me ayudan a acomodarme de nuevo en la cama.
—Lo has hecho muy bien estos días —me dice Danna cuando nos quedamos solas. Su sonrisa es un bálsamo para mi cansancio y puedo ver el orgullo en sus ojos.
—No podría hacerlo sin ti, Danna —respondo, mi voz llena de gratitud. —Les debo mucho a ti y a tus padres.
Ella se inclina y me abraza con fuerza. Siento sus lágrimas en mi hombro y sé que son de felicidad.
—No me digas eso, no nos debes nada —dice cuando se aparta, su voz quebrada por la emoción.
—Claro que sí, han hecho mucho por mí. Y por eso voy a luchar con todas mis fuerzas —respondo, con una determinación renovada.
Este es solo el principio, y aunque el camino será largo y duro, sé que puedo hacerlo. Cada día, cada ejercicio, me acerca un poco más a mi meta. Y con Danna a mi lado, no hay nada que no pueda superar.
—Bueno, eso ya cambia las cosas. Tomaré tu agradecimiento por esa lucha —me guiña el ojo, pero de repente su sonrisa