Capítulo 4

Esa noche me dormí sin poder despedirme de Nolan porque su padre se había encargado de llevarlo a la cama por mí, suponía que sería algo regular porque el hombre todavía no confiaba en mí. No lo juzgaba, eso venía desde hacía siglos de historia.

Al día siguiente desperté muy temprano, eran a penas las cinco de la mañana, pero debía sacar a Nolan a correr. No sabía a qué hora se despertaba su papá, pero me había dado a la tarea de investigar todo lo que pudiera de un alfa en crecimiento para saber lo que necesitaba.

Una de esas cosas era salir a pasear muy temprano en la mañana. Como a los perros, pero eso no sería algo que diría en voz alta.

—Estoy despierto, te escuché alistarte.

Ni siquiera había abierto la puerta, solo me detuve detrás de esta y sonreí cálidamente.

—¿Siempre te despiertas muy temprano? —él asintió.

—Si, pero nadie me viene a buscar hasta las siete y no puedo salir de la casa solo.

—Camina, vamos a correr por el bosque.

—¿Le pediste permiso a papá? —yo negué.

—Anoche me dijo que mi único trabajo es suplir todas tus necesidades, eso es lo que estoy haciendo. Vamos, igual no iremos solos.

Él se levantó deprisa y fue hasta su armario para vestirse con ropa cómoda. Yo lo esperé algo impaciente.

Cuando estuvo listo corrimos a través de la casa y sabía que su padre no nos escucharía, yo había usado mi habilidad para que ambos pasáramos desapercibidos en la casa.

Al salir hasta la puerta saludé al guardia de turno y me balanceé de una pierna a otra antes de hablar.

—Nolan debe empezar a correr por las mañanas. Para que pueda agotar su energía y dormirse a las nueve.

—Buen día —saludó en primera instancia y me dio una sonrisa suave antes de mirar a Nolan.

—Siempre te escucho revolotear por toda la habitación en mis turnos.

Nolan rio bajito.

—No me dejaban bajar.

—Bien, lo haremos por los alrededores, en los terrenos de la casa ¿bien? —ambos asentimos —¿Tú vendrás? —asentí suavemente —no creo que nos puedas seguir el paso, pero adelante.

Con un trote suave los tres nos alejamos de la casa y yo me quedé unos pasos atrás escuchándolos hablar de cosas de entrenamiento a las que no le presté atención.

El día estaba empezando, el sol comenzaba a verse por el horizonte y aunque hacía un poco de frío mi piel lo soportaba lo suficiente. Podía alcanzarlos si quería, pero eso provocaría muchas preguntas que no podía responder, porque todas ellas me llevarían a la horca.

Hacia alrededor de tres siglos, omegas de todas las manadas se dieron cuenta que en realidad no eran tan débiles como sus antepasados. Se les llamaron los bendecidos, omegas que poseían regalos dados por la diosa luna. Podían controlar elementos de la naturaleza, podían incluso tener una transformación animal. Eran rápidos, inteligentes, hábiles.

Pero esos mismos omegas bendecidos se alzaron en contra de las demás manadas y vengaron a los suyos por los siglos de tortura y desprecio que recibieron sus antepasados.

Masacraron manadas una detrás de la otra hasta que recibieron una bendición de la diosa luna que los ayudó a derrotar a su creación fallida.

Nunca más existió alguien como ellos, ese regalo nunca más se le otorgó a otro omega y esta vez nos repudiaron peor de lo que lo habían hecho antes. Vivía en carne propia ese repudio desde el día de mi nacimiento, desde el momento en el que mis padres me abandonaron a mi suerte en el bosque solo por nacer omega.

La cuestión era, que nunca había existido otra omega con regalos, una omega bendecida, al menos no hasta mí, porque yo era uno de esos omegas y el elemento que la naturaleza me había permitido controlar, había sido el aire.

Por eso podía ocultar mi olor con tanta facilidad, usaba el aire para mantener una capa alrededor de mi cuerpo y que los olores no escaparan.

Por eso el alfa no nos había escuchado al salir, porque yo había creado una capa de aire para mantenerlo aislado de nuestros sonidos.

Esa era la causa de todos mis malestares. Yo tenía que ocultar mi poder, mis habilidades y eso me desgastaba físicamente porque al no sacarlo, ese poder me consumía desde adentro.

Fácilmente podría ir a la par de Nolan, pero hacerlo sería dejarme en evidencia, y terminaría en una hoguera quemada por los crímenes de mis antepasados.

Al recorrer varios kilómetros alrededor de la casa y que Nolan se agotara lo suficiente, volvimos a la casa. Le dije a Nolan que esperara en la entrada y me detuve frente al guardia, le di una suave sonrisa y miré directo a sus ojos.

—Supongo que olvidarás que esto pasó.

Él asintió con la misma sonrisa, como si entrara en un trance.

—Supones bien.

Luego me di la vuelta y usé el campo de fuerza para meternos en la casa y poder ducharnos sin que su padre se enterara de que esto había pasado.

—¿Sabes guardar secretos? —le pregunté antes de dejarlo entrar en su habitación.

—Papá no me dejaría salir, y sufro mucho encerrado en la habitación hasta que salga el sol.

Asentí y lo dejé irse sabiendo que guardaría nuestro secreto.

Por eso había ido a buscarlo, porque yo saldría a correr, porque me sentía de la misma forma, como si estuviera encarcelada y eso provocaba que todo mi poder se acumulara y había solo dos opciones, que explotara o que me consumiera.

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