Capítulo 3

No había necesitado instrucciones de su parte para saber lo que tenía que hacer. Había servido a diferentes familias desde que tenía memoria, el señor Mason siempre me prestó para las ocasiones en las que era necesaria, pero esta vez parecía haberse deshecho de mi definitivamente.

Había servido como niñera, cocinera, mesera en los eventos, ayudante de limpieza en esos mismos y un sinfín de tareas a las que no tenía derecho de negarme. Yo vivía gracias a la caridad de la manada. Debía pagar mi cuota de vida siendo útil en lo que me necesitaran ya que yo no podía luchar.

Había preparado la comida de Nolan en base a lo que sabía de la alimentación de los alfas. Carne en término medio, y muchos carbohidratos, ya que su cuerpo lo necesitaba. Probablemente él comía cinco veces lo que yo. Aunque tampoco es que yo fuera una comedora nata. Era muy delgada y durante el día era extraño que me diera hambre.

Suponía que se debía a mis esfuerzos diarios por ocultar lo que era de todos. Para ocultarme de él en primera instancia.

—¿Entonces si vas a quedarte? —preguntó mientras masticaba con la boca abierta.

—Oh, niño, no sabía que eras tan maleducado —dije en un tono juguetón y llevé mi mano a su barbilla para juntar su boca —cierra la boca al comer.

Él sonrió con la boca cerrada y yo solté una risita.

—Por supuesto que me voy a quedar —dije segura.

Aunque claramente estaba a prueba una dichosa semana, pero era poco lo que me preocupaba. Esto era lo que había hecho toda mi vida y si de mi trabajo dependía, no habría necesidad de irme, al menos no hasta que encontrara algo con lo que pudiera alejarme de este lugar… de él.

El día pasó rápido. La mayor parte del tiempo Nolan la pasó entrenando con los guardias y luego estudiando algunas cosas que debía aprender y en las que lo vi algo atrasado.

Aprendía rápido, pero aparentemente nadie se había molestado en explicarle.

A la hora de cenar mis nervios aumentaron, porque aunque no lo había visto durante todo el día si había pensado en él. Más de lo que me molestaría en admitir. Pero es que nunca lo había visto de frente, nunca lo había tenido tan cerca. Solo hubiesen hecho falta un par de centímetros para que nuestros brazos se rozaran. Pero no me arriesgaría a que por nuestro toque él lo sintiera, que se diera cuenta de lo que significaba para él.

A la hora de la cena llegó por sorpresa, faltaban media hora, más o menos, pero yo ya tenía la cena servida y los platos en el horno para que no se enfriara.

Sabía que me reclamaría por aquello, porque mi deber no era cocinarle a Nolan. Él recibía una comida diaria que los guardias le llevaban del restaurante, pero yo no confiaba en ello.

Cualquiera podía envenenar al niño.

Él se detuvo en la entrada de la cocina y yo me levanté de mi asiento y llevé mis manos a mis espaldas en forma de respeto. Él era mi alfa después de todo.

—Nolan recibe una dieta diaria específica.

—Lo sé, la vi en la puerta del refrigerador, hice exactamente la comida que le correspondía para hoy.

—¿Y quién te dio el permiso para hacerlo? —yo me encogí de hombros.

—Nadie, simplemente hice mi trabajo, después de todo nadie me explicó exactamente cuales eran mis tareas.

Después de mi diatriba llevé mi mirada al suelo y retorcí mis dedos por lo nervios. Debía controlar mi boca.

—Además —dije en un tono más conciliador —mucha gente tiene acceso al restaurante. Sé que confía en todos los miembros de la manada, pero su hijo será el siguiente que nos guie, es en dónde los enemigos atacarían sin dudar. La mayoría de los venenos revela su aroma en la carne cruda al ser cocinada, pero si viene ya cocinada el aroma es casi imposible de oler, incluso para usted.

—Tienes una mente muy conspirativa para ser una sirvienta que nunca ha dedicado su vida a la guerra.

Me encogí de hombros.

—Me han intentado envenenar tres veces, algo se aprende de eso.

Algo tembló en su mirada, un pequeño fragmento que se desprendía de esa máscara impenetrable de frialdad. Pero desapareció demasiado rápido como para que lo asimilara.

—Bien, primer buen día, omega.

Luego fue a buscar a Nolan y lo trajo hasta el comedor mientras hablaban de sus prácticas con los guardias de ese día.

Ya había puesto sus dos platos de comida sobre la mesa y había tomado el mío para salir al patio.

—¿No vas a cenar con nosotros, Darcy? —yo me detuve ante el cuestionamiento de Nolan.

—No, los omegas no pueden sentarse a la mesa con un alfa, cariño. Primera regla en la cadena de mando de una manada. Mañana tendrás que estudiar el libro otra vez.

No me detuve a esperar su respuesta, solo lo escuché refunfuñarle a su padre mientras me alejaba.

Esa parte de mi vida siempre me hizo sentir desplazada. Nunca había compartido la mesa con alguien, nunca nadie se había sentado a comer conmigo y estaba segura de que eso nunca pasaría, ni en esta vida ni en la otra.

Con cuidado me senté en los escalones del jardín mientras veía la luna a mitad brillar sobre el oscuro cielo. Ahí sola, comí lo poco que pudo soportar mi estómago vacío y dejé que un par de lágrimas se deslizaran por mis mejillas antes de volver y seguir con mi trabajo.

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