— ¡No es así! —Julia negó entre lágrimas—. No quiero estar con nadie más. Solo me voy porque no soy feliz contigo. No tiene nada que ver con otra persona.
— Ya te lo dije, no te he dado permiso para irte —Andrés la miró fijamente mientras soltaba su barbilla y agregó con firmeza—: No quiero verte llorar. Ahora sube y lávate la cara. A partir de hoy vivirás aquí y no irás a ninguna parte.
— ¡No quiero!
— No estoy negociando contigo —la mirada de Andrés se tornó sombría.
Julia permaneció frente a él, con lágrimas rodando por sus mejillas y una expresión de profunda tristeza.
— Ya te lo dije, no quiero estar contigo. Me iré al extranjero y no podrás retenerme.
Dicho esto, intentó salir de Villa de Oro. Andrés cambió su expresión, la sujetó del brazo y la jaló de vuelta.
— Te lo he dicho, no puedes irte. ¿Me has entendido?
— ¡No te escucharé! —respondió ella con terquedad.
Al ver el claro odio en sus ojos, Andrés perdió el control. Como si hubiera enloquecido, la arrastró de vuelta y la ac