Julia se sorprendió. —¿Por qué viniste?
—¿Sabes qué hora es?—preguntó Andrés con expresión seria.
Julia miró la hora y se dio cuenta de que ya eran casi las 11. Movió los hombros y tomó un sorbo de agua. —Vaya, ya son las 11. Estaba tan concentrada dibujando que no me di cuenta del tiempo.
—Te llamé y no contestaste—dijo Andrés con tono de reproche.
Julia miró su teléfono y vio tres llamadas perdidas. —Lo siento, pongo el teléfono en silencio cuando trabajo y no lo reviso mucho.
Estaba por volver a dibujar, pero Andrés frunció el ceño y detuvo su mano. —Es hora de descansar. Si sigues así, te vas a enfermar antes de terminar el vestido.
—Ya casi termino—, insistió Julia.
Andrés negó con seriedad. —Lo seguirás mañana.
Su tono era profundo y claramente molesto.
—Está bien, descansaré un rato—, cedió Julia, sin atreverse a contradecirlo más. Recogió sus cosas para llevarlas a casa.
Abajo, Felipe los esperaba. Julia le dijo a Andrés: —La Mansión Gómez y Villa de Oro no quedan de camino. No