Julia se sentía inexplicablemente vacía y angustiada. Pero sabía que este matrimonio debía terminar. Mañana acababa el período de reflexión y podrían obtener el certificado de divorcio...
Todo el día estuvo distraída. Al llegar la noche, Andrés aún no había regresado. Parecía que estaba de acuerdo.
Julia se sentía aliviada y melancólica a la vez.
Al día siguiente, despertó temprano con un ánimo muy bajo. Hoy obtendrían el divorcio y se separarían definitivamente. Aunque sabía que era el desenlace inevitable, se sentía muy triste. Miró el techo un rato, suspiró y se levantó lentamente. Sentada frente al tocador, sacó sus documentos, los revisó y los guardó en su bolso.
Al bajar, Luz le dijo:
—Señora, el desayuno está listo.
Julia la miró y sus ojos se llenaron de lágrimas. Se divorciaría y Luz se iría; quedaría sola.
—Señora, ¿qué le pasa?—preguntó Luz preocupada, ofreciéndole un pañuelo.
—Nada—respondió Julia secándose las lágrimas y sonriendo. —Luz, cuídate mucho.
—Siempre estaré con