Su lápiz raspaba el papel mientras seguía dibujando línea tras línea hasta altas horas de la noche. Su mente estaba tan absorta en la imagen que estaba capturando que no se dio cuenta de cuánto tiempo había pasado ni de que su cuerpo sudaba más que nunca. Su mano dibujaba furiosamente cuanto más se sumergía en su dibujo.
Los ojos de Waverly pasaban del contorno a la fotografía, y de nuevo al contorno; las líneas se volvían más oscuras y erráticas con cada trazo. La mujer de la imagen parecía agrandarse cuanto más tiempo le prestaba atención y era como si no tuviera control. Su mano se movía esporádicamente, rozando la mina del lápiz sobre la página hasta que... se detuvo.
Dejó el lápiz al lado de su libro y éste rodó de un lado a otro hasta que se asentó en la posición elegida. La mirada de Waverly se clavó en el dibujo que acababa de completar y lo agarró casualmente por los bordes, llevándolo al primer plano de su vista. No se parecía a nada que hubiera dibujado antes. Las marc