47. El verdadero final

Hariella sacó un pequeño espejo de su bolso, un pintalabios y maquillaje. Se dio un pequeño retoque y se apretó varias veces los labios. Luego se levantó de la silla y cuando iba caminando, Lena la vio.

—¿Va a salir, señora? —preguntó Lena con sosiego.

—Sí, iré a dar un paseo por la ciudad.

—¿Puedo ir con usted? Ya casi es hora de salir.

—Haz lo que quieras, Lena. —Hariella se mostró desinteresada, pero luego una idea llegó a su cabeza—. Contrata un camión,

Hermes soltó un suspiro cuando terminó de hablar con Hariella. Estaba sentado en un sillón de su cuarto de hotel. Hablar con Hariella siempre era complicado; esa mujer era arrogante, caprichosa, egocéntrica y orgullosa, pero él sabía que muy, pero muy en el fondo, era amable, cariñosa y tierna. Solo que, a la distinguida magnate, le gustaba mostrarse fría e imponente, para mostrar su poderío y para ocultar sus verdaderos sentimientos. Era un tonto, pero él amaba a esa mujer tan engreída y solo quería abrazarla con fuerza. Las mujer
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