Herseis se detuvo y miró por encima de su hombro. Le hizo un gesto a sus guardaespaldas para que se alejaran un poco.—¿Qué se te ofrece, Eleanor de Grey? —preguntó Herseis al darse vuelta hacia ella.—Ahora te crees la gran cosa porque eres gerente, estás embarazada y tienes un marido que sabrá Dios quién es —dijo Herseis con antipatía y molestia evidente.—En efecto, ahora soy importante. ¿Por qué? ¿Me tienes envidia? —preguntó Herseis con orgullo y firmeza. Alguna vez se había sentido poca cosa, menos mujer y alguien sin ningún tipo de dignidad. Pero Helios Darner la había hecho renacer en todos los aspectos.—¿Envidia de ti? Por favor, solo eres una esposa engañada, una mujer infértil y una cajera sin relevancia —dijo Eleanor con la idea de ofenderla y humillarla.—No puedo objetar eso. Es mi historia. Sin embargo, eso es lo que fui. Ahora, soy una esposa querida, una mujer embarazada y una gerente de un banco —respondió Herseis con astucia y determinación—. Los tiempos cambian. N
Los escoltas de Herseis dieron un paso más hacia adelante, esta vez tensando los músculos como si se prepararan para intervenir. Uno de ellos, una mujer de apariencia severa, miró a Eleanor con una advertencia clara.—Señora Whitmore —dijo la escolta con voz grave, sin dejar de observarla atentamente—. Le sugiero que retroceda y se retire. No queremos causar un incidente. Pero si continúa con esta actitud, nos veremos obligados a intervenir.Eleanor miró a las escoltas con desprecio. Sabía que ellos podían detenerla si daba un paso en falso, pero su orgullo herido le impedía detenerse. Apretó los labios con rabia contenida, lanzando una mirada de desafío a Herseis. Por un momento, el ambiente parecía detenerse, la tensión en el aire era palpable, como si el más mínimo movimiento pudiera desencadenar un enfrentamiento.Pero Herseis, imperturbable como siempre, dio un paso adelante, acercándose más a Eleanor. El contacto visual entre ambas era tan intenso que parecía que se libraba una
Helios la guio suavemente hacia el comedor, donde ya les habían preparado la cena. El ambiente era íntimo, con luces tenues y una mesa sencilla pero elegante. Helios siempre cuidaba esos detalles, como si quisiera que cada momento juntos fuera especial. La cena transcurrió en un cómodo silencio al principio, compartiendo miradas y pequeños gestos. Herseis sentía que, con él, las palabras no eran necesarias. Después de todo, la conexión que tenían trascendía lo verbal.Mientras comían, Helios mantenía esa mirada observadora y atenta hacia ella. Se notaba en su actitud que, aunque no preguntara mucho, siempre estaba al tanto de lo que sucedía en su vida.—¿El club del té fue tan desafiante como esperabas? —preguntó Helios finalmente, tomando un sorbo de vino.Herseis sonrió ligeramente, recordando el intercambio con Eleanor.—Sí, Eleanor sigue siendo la misma. Pero ya no tiene el mismo poder sobre mí. No me afecta.Helios asintió, como si esa respuesta fuera justo lo que esperaba de ell
La pregunta, cargada de incredulidad y cierto tono de acusación, la dejó estática por un momento. No era el encuentro que esperaba tener, y mucho menos bajo esas circunstancias. El hecho de que Edán todavía tuviera la osadía de cuestionar su vida, su cuerpo, era casi insultante. Herseis sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, no de miedo, sino de incomodidad. Ya habían pasado varios años desde que la vida los había separado, y desde el breve encuentro en el centro comercial durante aquella situación humillante con la hermana de Helios, no habían vuelto a hablar.Respiró hondo recomponiéndose rápidamente. No iba a permitir que Edán la desestabilizara. No ahora. No más. Su vida había cambiado drásticamente, y aunque todavía lidiaba con las secuelas emocionales de su relación fallida, el peso de esos años de amargura ya no la hundía. Había encontrado en Helios una estabilidad y seguridad que le habían permitido reconstruirse desde las cenizas.—Es el tratamiento, nutrición, ejercicio y
La calidez que irradiaba su tono y la firmeza de su presencia hicieron que el corazón de Herseis se relajara de inmediato. La sonrisa que le ofreció no era solo una respuesta a su pregunta, era también una reafirmación silenciosa de lo que él significaba para ella: seguridad, tranquilidad, todo lo que alguna vez había necesitado.—Sí. Gracias. No ha pasado nada —dijo ella, esforzándose por mantener su voz estable. Sus palabras eran serenas, aunque dentro de ella aún se agitaban los residuos de la tensión vivida minutos antes. Pero la cercanía de Helios bastaba para disipar cualquier resto de ansiedad.—Otra vez tú, niño. Ella es mi esposa y tenemos asuntos pendientes —interrumpió Edán, con su voz cargada de cinismo, como si ignorara deliberadamente la realidad de su vida actual.Edán, que había sido quien la traicionó, ahora se atrevía a reclamarla como si aún tuviera algún derecho sobre ella. Como si los años, las mentiras y las heridas que había dejado no contaran.Helios no se inmu
Herseis se sonrojó al darse cuenta de lo atraída y enamorada que estaba de él. Incluso esas palabras le hacían sentir avergonzada, a pesar de su edad. Estaba completamente poseída por la firmeza y masculinidad de Helios. Era joven, sí, pero en ese momento no había ninguna duda en su mente de que era mucho más hombre de lo que Edán jamás podría ser. La fuerza de su carácter, la madurez que exhibía, el control que tenía sobre la situación... todo en él le fascinaba. Helios no era simplemente su esposo por contrato; él había ganado un lugar en su corazón, uno que ahora se sentía más seguro y más completo que nunca.—Pero si eres un niño —espetó Edán, interrumpiendo su reflexión y volviendo a la realidad con sus palabras llenas de burla y desdén—. ¿Cómo te enredaste con ese muchachito, Herseis?La sonrisa sarcástica de Edán intentaba disimular su frustración, pero su voz delataba la rabia que hervía bajo la superficie. Herseis notó cómo sus ojos se fijaban en Helios con desprecio, como s
Los escoltas mantenían vigilado a Edán hasta asegurarse de que no representaría más una amenaza. La tranquilidad de Helios y la seguridad de Herseis ahora los envolvían.El ambiente en el restaurante era tranquilo y exclusivo, con una iluminación suave que caía sobre las mesas elegantemente dispuestas. Los escoltas ya habían preparado el lugar, y Helios y Herseis fueron recibidos con una atención impecable. Aunque el incidente con Edán había dejado un leve rastro de tensión en el aire, esa sensación comenzó a desvanecerse en cuanto se sentaron uno frente al otro. Ambos se miraban con una complicidad que solo ellos podían entender.Helios, como siempre, mantuvo una postura impecable, su presencia poderosa irradiando un aura de autoridad serena. Mientras el camarero se acercaba para presentar el menú, Helios le dedicó una breve mirada antes de volverse hacia Herseis.—¿Qué te apetece hoy? —preguntó él con suavidad, su tono formal, pero lleno de esa familiaridad que había construido con
Edán regresó a la mansión Whitmore, donde vivía a costa de Eleanor. Solo recordaba esa escena asquerosa del beso de Herseis con ese jovencito. Él era más hombre que ese niño.Eleanor le hablaba a Edán, sin percatarse de que no lo escuchaba, ya que también estaba sumergido en sus propios planes para humillar a Herseis. Después de su discusión, les demostraría a todas que su esposo Edán era el mejor de todos y no ese horrendo viejo asqueroso con el que se estaba acostando y del que era amante.—El próximo fin de semana le diré a las chicas que llamemos a nuestros maridos, para ver qué tanto nos aman y están pendientes de nosotras —dijo Eleanor, explicando su idea—. Yo te llamaré y me vas a contestar, hasta programaré la alarma. Solo debes contestar y ser meloso conmigo. Compraré unos regalos y tú debes decir que les va a llevar un obsequio a cada una. Así, yo quedaré como la más amada de las esposas. Debes estar pendiente aquí en la mansión. La camioneta estará lista.Edán ni siquiera e