Capítulo 59.

Conté hasta tres y le di la señal a Savanah; para no revelar nuestra presencia tuvimos que deslizar poco a poco el cristal corredizo y rezar porque no hubiera una repentina corriente aire que nos delatara. Claro que también podíamos contar con la suerte de que las habilidades amatorias de Elizabeth distrajeran lo suficiente al lobo malo como para que no notara el pequeño detalle de la ligera brisa fuera de lugar en la habitación.

Afortunadamente, Elizabeth era muy ruidosa y pudimos pasar desapercibidas con éxito. Entonces solo fue cuestión de que Savanah lanzara un cuchillo que se clavó directamente en el cuello del tipo y atravesó limpiamente su garganta. Yo me abalancé sobre Elizabeth medio segundo antes de que comenzara a gritar y le metí el pedazo de mi blusa sucia en la boca.

Ella se debatió por algunos segundos intentando alejarse del cadáver sangriento mientras miraba con horror la escena y no dejaba de chillar amortiguadamente.

—¡Ah, oh si, oh si dame más duro! ¡Me gusta sucio
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