35. Quédate esta noche
Llegaron a la habitación. Todo estaba en penumbras, excepto por una tímida luz plateada que entraba libre por las ventanas.
— Iré por el botiquín — musitó, dirigiéndose al cuarto de baño.
Volvió a los segundos.
— No hace falta que hagas nada de esto — le dijo él, pero ella se acomodó en medio de sus piernas, ignorándolo.
— Tu mano — le pidió con ternura.
Nicholas esbozó una pequeña sonrisa, y resignado, obedeció en completo silencio.
Con genuina timidez, Calioppe trabajó en las pequeñas heridas de las manos de su esposo. Desinfectó los nudillos, limpió la sangre seca y colocó polvo cicatrizante antes de envolver ambas manos con vendas.
— Ya está — articuló minutos más tarde, orgullosa, después lo recogió todo para guardarlo.
Él la tomó de la cintura, impidiendo que se alejara; la devolvió a su sitio. Ella lo miró con esos ojos dulces, desbordados de emociones.
— Fui demasiado injusto contigo todo este tiempo — le confesó, completamente honesto.
— Nicholas, yo…
El brasileño l