27. Te espero en el jardín a las nueve, no cenes
— Tú… tú no le hiciste nada — musitó después de agarrar al indefenso animal y estrecharlo entre sus brazos. Tenía los ojos llorosos.
Nicholas sintió que su corazón se aceleraba como nunca antes le había sucedido, pero se mostró impasible ante ella.
— Te dije que era tuyo, así que nadie tiene el permiso de lastimarlo, ni siquiera yo — admitió sincero.
Ella sonrió con dulzura. Se limpió las lágrimas. No podía creerlo.
— ¿Puedo tenerlo aquí por esta noche?
El brasileño de Villa Dos Santos jamás hubiese consentido a ningún animal dentro de la casa; sin embargo, después de ese horrible malentendido, hizo una pequeña excepción… por ella.
Asintió.
— Pero será solo por hoy, mañana lo devuelves a donde pertenece.
La dulce joven asintió, y mimó al animal con inocente cariño. Feliz de tenerlo allí.
Por su lado, Nick la contempló maravillado y culpable a partes iguales. Había sido demasiado injusto con ella esa noche.
Necesitaba que hablaran al respecto.
— Hay algo de lo que me gustaría