Capítulo 118. Parque de diversiones
Benedict se apoya contra el respaldo de su silla, con gesto cansado. La pantalla frente a él sigue llena de documentos sin revisar, pero su concentración hace tiempo que se esfumó.
—Tía, esto no es solo por dinero —dice con tono contenido—. Es parte de ser responsable. Ya me siento mejor y debo cumplir con ciertas obligaciones.
Su tía lo mira con los brazos cruzados y una expresión severa dibujada en su rostro.
—Deberías delegarlas. ¿Acaso no tienes suficiente dinero para pagar a una asistente capaz? Álvaro es el vicepresidente ahora, ¿no puede encargarse de esos temas mientras estás enfermo? No eres un robot, Benedict.
Él suspira, pero no responde. No porque no tenga argumentos, sino porque ya está cansado de repetirlos. Sabe que Irene tiene razón… en parte.
—Si no eres capaz de ver el sacrificio que hago por ti, entonces es mejor que vuelva a la hacienda —suelta ella, dolida—. No quiero quedarme aquí a ver cómo te destruyes lentamente. Yo también estoy vieja. Necesito tener paz ante