Capítulo 117. No hay tiempo que perder
Dentro de la habitación compartida por los mellizos, Bastian entreabre un ojo, luego el otro. Aguarda en silencio. Cuando se asegura de que su madre ya se ha ido a su habitación, se sienta lentamente en la cama. Mira hacia la de su hermana. Beatrice está de lado, con los ojos cerrados, pero apenas percibe movimiento, se incorpora.
—¿Por qué tardaste tanto? Ya estaba a punto de dormir —se queja con un bostezo, mientras se sienta entre las mantas revueltas.
Bastian camina hacia su cama y se sienta a su lado. Su voz es baja, apenas un murmullo.
—Viste cómo estaba mamá esta noche. Apenas vinimos ayer y ya está tan rara.
Beatrice asiente. Sus grandes ojos azules reflejan preocupación.
—Estaba muy callada esta tarde. Hasta la tía Megan se dio cuenta… —dice, con un dejo de tristeza en la voz—. ¿Crees que ya se encontró con papá?
Bastian baja la vista, pensativo. Luego niega con firmeza.
—No lo creo. Gaspar dijo que él era un hombre muy ocupado… que vive dentro de su oficina.
Beatrice se cruz