'Solo hazlo. Es solo un beso', me dice Andra.
Me apoyo en el codo, mirándolo mientras él me mira. No se mueve y me inclino hacia él, sin apartar los ojos de los suyos. Se me acelera el corazón, pues siento que estoy jadeando y aún no lo he tocado.
Cierro los ojos y dejo que nuestros labios se toquen. Al principio es suave, una leve presión de mis labios contra los suyos. Sus labios empiezan a moverse, me atraen y, antes de que me dé cuenta, estoy prácticamente tumbada sobre él, con su mano en mi pelo y profundizando el beso. Gimo en su boca y su lengua se desliza entre mis labios, saboreándome con maestría, jugando con mi lengua, provocando un beso aún más profundo.
Su sabor es divino. Su olor es embriagador y gimo ante las sensaciones que vuelve a despertar en mí. Quiero que me toque, quiero que tome el control. No sé lo que hago y quiero que me enseñe lo que no sé.
Lentamente, me separo. “¿Podemos cambiar de posición y tú me besas?”, le pregunto tímidamente. Realmente quiero cont