Cuando me queda claro que no va a volver, corro tras él, pero noto la pierna en la que me he golpeado resentida tras la caída.
- Espérame, Josh.
Él se para, sin hablar, de espaldas, y espera a que llegue a su lado, sin siquiera moverse de la rígida posición que ha adoptado.
- ¿Adónde nos dirigimos?- pregunto yo recelosa.
- A la ciudad.
- Pero ahí es donde iba yo, y creo que este no es el camino correcto.
- Te aseguro que si que es el camino correcto.
Él reemprende la marcha, y yo lo sigo, a la zaga, con la pierna maltrecha, y con un millón de preguntas que se me atascan en la garganta. Aguanto una media hora, más o menos, sin decir nada, y cuando comprendo que no piensa decir ni una palabra durante todo el trayecto, decido enfrentarlo.
- Josh, ¿me vas a explicar porqué te has puesto así?
- ¿Así? ¿