Delante de mí no se encontraba el capitán, como esperaba yo ver, debido al sueño que acaba de tener, sino la señora que acababa de contratar y que me miraba de una manera como si me acariciara con sus sonrisa, en sus manos tenía una taza de té,
—Creo que debe tomar esto señorita, o enfermará.
La miré todavía sin comprender a lo que se refería, pero me senté por inercia en la cama y sin decir nada comencé a tomar el té que me ofrecía. Al terminar volví a recostarme en la cama y sentir como me cubría al tiempo que tarareaba una nana, que me recordó la que cantaba mi madre, cuando yo era una niña y me volví a dormir profundamente sin soñar nada.
En la tarde, la misma señora volvió a despertarme para que tomara un baño y bajara a comer con las demás hermanas. Todavía no había ninguna noticia del capitán, ni de sus soldados, solamente quedaban algunos cuidando la hacienda y eso me empezó a preocupar grandemente. Ya era completamente de noche y él no aparecía por ninguna parte, tampo