Nimh no abandonó su habitación por unos cuantos días. El autómata le traía sus comidas diarias y limpiaba. Ella solo leía.
Esa tarde, Mordred fue a visitarla.
- Nimh, deberías salir a tomar algo de sol y aire fresco.
- Hmm -dijo Nimh, sin quitar la vista de su libro.
- Nimh -repitió Mordred, tomando el libro, haciendo que ella lo mirara-. Debo hablar contigo.
Nimh lo observó.
- Es hora -dijo él-. Es hora de que te lances la maldición.
Nimh bufó y se incorporó en la cama.
- Quiero que hagas exactamente lo mismo que hiciste con Gwyneviere, Nimh -dijo Mordred, sentándose frente a ella en la silla de su escritorio-. Debes sentir y pensar lo mismo que ese día, y usar las palabras correctas.
- Hazlo tu -dijo Nimh.
- Sabes que por más que he intentado no he podido transformar personas, sólo animales. Por eso somos el dúo perfecto. Nos complementamos tú y yo. Todo lo que te he enseñado este tiempo, todo lo que t