Pov Lilian
—Mi amor— escucho la voz de un hombre —Despierta— dice suavemente en mi oído.
Aunque intento despertarme, los parpados me pesan mucho me pesan tanto que termino cerrando mis ojos con fuerza, el tacto de una mano acariciando mi espalda junto a la constante voz de un hombre intentando despertarme hace que mi sueño comience a desvanecerse, quiero despertarme, pero en realidad esta cama es muy cómoda, las sábanas son suaves y la cobija es acolchada.
—Despierta… esposa— dice la voz y entonces todo el sueño que sentía antes desaparece.
Los recuerdos de la noche anterior llegan a mi cabeza, me despierto sobresaltada con el justo en mi espalda. El luce una sonrisa de oreja a oreja cuando ve que me despierto.
—Buenos días esposa— dice saludándome he intentado acercarse a mi para besarme
Intento alejarme de él lo más que puedo, el ladea la cabeza y cuando ve que no me acercare para su beso tira de una cadena que estaba en su mano. El tirón repentino de la cadena me sorprende y termino justo frente a él, sin perder el tiempo me besa a la fuerza, intento alejarme solo para que agarre mis manos entre las suyas y me deje totalmente inmóvil, lame mis labios intentando que le permita la entrada, pero solo cierro la boca con fuerza. Después de un chasquido de molestia se separa de mí, mostrando una expresión dura.
—Liliana López —dice mi nombre agregando su apellido, pero su tono tiene cierta molestia—. Te he dejado jugar durante tres años. ¿Acaso no te divertiste lo suficiente, ma petite épouse fugitive? —Dice esperando una respuesta, pero no respondo. Sonríe un poco y continúa— Pero ahora jugarás mi juego —dice mientras se separa de mí.
Noto cómo, mientras se para de la cama, una cadena de metal cuelga de su brazo. Sigo la cadena solo para encontrarla atada a mi cuello. Decir que me siento humillada es poco. Este hombre no piensa que sea una persona, solo cree que soy parte de su juego… peor aún, cree que puede hacer que me quede dentro de él.
—He sido alguien muy… pero muy permisivo contigo — dice tirando un poco de la cadena lo suficiente para saber que está ahí. —Te dejé que escaparas de mi lado y te di tiempo para que supieras que eres mi esposa, pero aun después de todo este tiempo te sigues negado. —
Su voz es profunda y al juzgar por sus palabras en realidad yo no escape hace tres años, nunca tuve libertad, lo único que tuve fue una falsa libertad.
—Te di espacio, te di tiempo e inclusive te di la oportunidad de regresar voluntariamente a mi lado más, sin embargo, no parece que estes agradecida por mis esfuerzos.
—Yo nunca te pedí ser tu esposa— grito— Yo no pedí conocer a Alonso López rey de la mafia del país… yo solo — intento decir, pero un jalón en la cadena hace que me caiga hacia adelante.
—¡No importa si lo pediste! — dice tomando mi cara entre sus manos — TU Y YO estamos casados, decidí darte el capricho de que corrieras, pero si no aprendes a la buena aprenderás a las malas— dice mientras coloca la cadena en una argolla incrustada en una de las paredes.
—Vendré por ti para la cena, estará mi familia así que compórtate— dice saliendo de la habitación.
Apenas la puerta se cierra suelto todo el aire de mis pulmones, que ni siquiera me había dado cuenta de que contenía. Mis manos tiemblan ligeramente, pero no es por miedo es por coraje. Me da rabia el estar encerrada en esta habitación, me da rabia saber que piensa que soy suya.
—Necesito encontrar una manera de salir de aquí— digo para mí misma.
Me dejo caer sobre la cama, observando alrededor. Todo en el cuarto es hermoso —lujoso—. Hay un par de cortinas blancas apenas meciéndose; la cama es amplia, cubierta con sábanas que probablemente cuestan más que mi salario de un año. Las paredes están decoradas con molduras finas, y una lámpara de cristal cuelga del techo, lanzando reflejos cálidos que llenan el espacio con una luz engañosamente acogedora.
A un costado, un tocador de madera oscura con acabados tallados y un espejo enmarcado en oro se impone con elegancia. Frente a mí, hay tres puertas: una de ellas, entreabierta, revela parte de un baño revestido en mármol blanco; la segunda, asumo que es un vestidor. La tercera es por donde Alonso salió… y la única que lleva al exterior, cerrada con llave, parece que, claramente, no tengo acceso.
Se siente como estar encerrada dentro de una joya, una cálida y hermosa joya. Una auténtica jaula de oro.
Me incorporo acercándome a las cortinas “Son suaves” pienso mientras las muevo aun lado.
La ventana es grande, amplia, limpia… y con barrotes negros. Apenas doy un paso hacia ella, noto algo pegado en el marco. Una nota.
“No cometo el mismo error dos veces ma rebelle”
“Espero que el vestido sea de tu agrado, no llegues tarde”
“Atentamente tu esposo A.…”
Antes de terminar de leer la nota termino rompiéndola, siento que las ganas de vomitar me invaden, pero intento calmarme, respirar y pensar en un plan para escapar, la puerta se abre suavemente y tres mucamas entran al cuarto, sus pasos son discretos pero firmes, como si cada movimiento estuviera calculado para vigilarme más que para servirme.
—Buenas tardes, señora. Aquí está su ropa —dice una de ellas, colocando un hermoso vestido azul sobre una percha, cuidadosamente colgado en una silla junto al tocador.
Las otras dos permanecen en silencio, con los dedos entrelazados y posturas rígidas. Me observan con ojos fríos, inexpresivos. Aun así, puedo sentir cómo me estudian… cada uno de mis gestos, cada pequeña expresión de mi rostro. Como si estuvieran entrenadas para detectar cualquier intento de rebeldía.