Capítulo 9. Ni amantes, ni novios.
Marcos miró a las tres mujeres que viajaban con él en el coche, habían pasado el viaje calladas y de mal talante. Su hija iba recostada a su madre, mirando a un punto fijo, parecía determinada a ignorarlo, se preguntó que estaría pasando por esa cabecita. Por su parte Anna, miraba hacia cualquier sitio que no fuera él. Y la minions tenía cara de querer estar en cualquier parte menos allí.
―Estamos llegando a la casa de mis padres
El silencio fue la única respuesta que recibió.
«Debí imaginar que vivirían en Tribeca[1]» pensó Anna, más no hizo ningún comentario, si creía que el hotel era lujoso eso era otro mundo.
Un hombre vestido con traje y guantes blanco les abrió la puerta.
―Bienvenidas a casa, señoritas ―saludó con una leve inclinación de cabeza.
Subieron las escaleras y en la puerta los estaban esperando Dante y Pía. Después de los saludos, la dueña de la casa subió con ellas por el ascensor hasta el segundo piso donde se alojarían. Anna se sentía una pueblerina mirando hacia to