Tara lloró. “Odell, ¿estás enamorado de otra mujer?”.
Odell cerró los ojos, irritado.
Si Tara no lo hubiera acompañado en sus momentos más oscuros, habría llamado a seguridad para que la echaran de la oficina.
Por suerte, reprimió su irritación y explicó: “No. Lo que dicen en Internet son mentiras. No me interesa ninguna bailarina”.
“Entonces, ¿por qué no quieres estar conmigo? No tienes ni idea de lo feas que son las cosas en Internet. Muchos famosos y personajes influyentes de Westchester incluso empezaron a burlarse de ti. Si volvemos, podremos aclarar todos los rumores y escándalos”.
La mirada gélida de Odell se mantuvo firme. “Eso no me importa, y a ti tampoco tiene por qué importarte”.
Cliff ya estaba lidiando con la situación. En unos días más, el asunto se calmaría y la gente acabaría olvidándose del asunto.
Tara se quedó helada. Se arregló a propósito y lloró a mares, pero él no mostraba ninguna intención de regresar con ella.
¿Será que ya no quería estar con e