La mirada de Sherry se movió.
Sin embargo, al reconocer que ya no podía entrar para hacerle daño, levantó la barbilla y lo miró fríamente antes de volver a entrar.
Juan se quedó sin palabras. Su comportamiento se volvió helado mientras se reía entre dientes y sacaba su teléfono para enviarle un mensaje de texto.
—Te perdonaré esta noche por el bien de Caprice. Si descubro que vuelves a ver a Mason, enfrentarás las consecuencias.
¡Timbre de la puerta!
De vuelta en el dormitorio, Sherry escuchó sonar su teléfono justo cuando colocaba a Caprice en la cama. Ella observó su expresión cambiante. Ella respiró hondo y respondió:
—Entiendo.
Mañana se llevaría a Caprice, así no sería sólo Mason, sino que ella ni siquiera volvería a ver a John.
Después de responder, acunó a Caprice en sus brazos y comenzó a leerle a la niña un cuento sobre Caperucita Roja. Caprice escuchó atentamente hasta quedarse dormida sobre el pecho de su madre.
El olor a bebé de su hija calentó el corazón