Madame Stockton tenía los ojos fijos en Caprice.
John, sin pronunciar palabra, le entregó la niña a su madre.
Los ojos de Madame Stockton brillaron y acunó a Caprice como si tuviera un tesoro precioso, absteniéndose de ordenarle a John que la llevara de regreso a casa.
Después de un rato, caminaron juntos hacia el jardín de John, donde la casa rezumaba calidez.
Julie instintivamente se acercó a John para ayudarlo con el abrigo de Caprice.
Sonriéndole, John le entregó el abrigo a Julie. Rápidamente lo colgó en la percha cercana.
Madame Stockton, todavía abrazada a Caprice, se sentó en el sofá, con evidente deleite mientras contemplaba el lindo y regordete rostro de la niña.
Al observar esto, Julie le susurró a John:
—John, el clima se volverá bastante frío en unos días. Mamá realmente adora a Caprice. ¿Por qué no la dejas en casa por unos días? No te preocupes, la llevaremos. cuida bien de ella.
John, mirando a Caprice sostenida por Madame Stockton, se suavizó y habló