El grito repentino de John sobresaltó al conductor, lo que lo impulsó a entrar en acción.
—Sí, señor, de inmediato.
Caprice se desplomó en su asiento, abrumada por la situación.
Ella lentamente se acercó a John, envolviendo sus diminutos brazos alrededor de los de él. —Papá, ¿es una mala persona? Por favor, no te enojes, prometo no volver a hablar con ella.
En un momento de claridad, John se dio cuenta de que debía haberla asustado con su repentino arrebato. Sostuvo a Caprice cerca de su pecho para protegerla de la expresión severa de su rostro.
Después de una breve pausa, respiró hondo y habló en voz baja:
—Lo siento, Caprice. ¿Te asusté?
Caprice negó débilmente con la cabeza y murmuró:
—No quiero enojar a papá.
John se sintió aliviado por su respuesta.
—No estoy enojado contigo, Caprice. Esta persona no es del todo buena, pero tampoco es exactamente mala. Lo entenderás cuando seas mayor. Papá acaba de perder los estribos, pero ahora estoy bien.
—¿Verdad?
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