—¿John?
Odell frunció el ceño y preguntó:
—¿Qué está haciendo aquí?
Shermaine respondió:
—Mencionó que vino a discutir un proyecto en Glanchester con usted.
Odell cerró su expediente y le ordenó:
—Dígale que entre y prepare otra taza de té.
—Por supuesto.
...
Varios minutos después, la puerta se abrió, revelando a un joven trajeado que sostenía a un niño de dos años en sus brazos.
El niño, un niño regordete y de mejillas sonrosadas, entró en la habitación y saludó a Odell en voz baja:
—¡Hola, tío!
Odell saludó al niño con una cálida sonrisa.
—Hola.
John colocó suavemente a la niña en el suelo y ella comenzó a explorar la oficina por su cuenta. Caprice no intentaba aferrarse a las piernas de Odell; en cambio, examinó con curiosidad su entorno, dando vueltas a su alrededor antes de continuar su exploración.
Los ojos de John siguieron a su hija por un rato.
—Caprice, si necesitas algo, díselo a papá en lugar de intentar alcanzarlo por tu cuenta. Podrí