Era evidente lo que quería, por lo que, para no caer en su juego, me acerco a los niños y les hablo directamente sin importar que sea grosera con el hombre que se esfuerza por ser un buen anfitrión.
— Niños, ya es tarde. Debemos irnos a casa y prepararnos para las obligaciones de mañana. Así que, dejen esas cosas en su lugar y vayámonos — digo y los dos se quejan mirándome suplicante. — Este lugar es magnífico, deberíamos quedarnos un poco más — — Si quieren, pueden quedarse esta noche en la casa principal. Estoy seguro de que mañana bajo la luz del sol y con todo lo que adelanten en el trabajo esta noche, se verá más increíble. — Dice Helmut emocionando a los niños y yo niego. — No, claro que no. — Digo de inmediato. — Nunca hemos estado durmiendo fuera de ca