Los ojos de Lugh se encontraron con los de su padre.
Cornelius tenía una mirada suplicante y un gesto de desamparo.
Se acercó a ellos, pero el recuerdo del pasado lo abrumó, no pudo seguir caminando, pensaba si aún le odiaban, bajó la mirada, observó sus manos, con ellas casi mataba a Marbella por conservar un secreto absurdo y cruel.
Mirò a su hijo. Ellos se acercaron.
—Hola, Cornelius, me alegra verte, ha pasado mucho tiempo, espero que estés bien —dijo Marbella, y le tendió la mano.
Èl la tomó, esbozó una sonrisa.
—Estoy feliz de verlos aquí, espero que estén bien.
Ella se limitó a asentir con una dulce sonrisa.
—Hola, Cornelius, gracias por recibirnos —dijo Lugh, sintió que su voz era firme, pero débil a la vez.
—Me alegro tanto de verte aquí, hijo, por favor, pasen a casa.
Todos entraron.
—¿Y Magnolia? ¿No pudo venir?
—Viene en camino, abuelo —dijo August
—Supe que se casó.
De inmediato, al escucharlo, Celestia se sintió mal por èl, ella tampoco le había invitado a s