Capítulo 3: ¡Me traicionaste!

La desesperación invadía a Marbella, Bryce quiso consolarla, intentó abrazarla, pero ella lo rechazó.

—Espera… —intentó entrar, pero él la detuvo.

—¡No le ruegues más! No sé porque actúa así, pero sé algo, ¡es el rey de los imbéciles!

Ella asintió.

—Me acusa de haber provocado el aborto de Vanessa, dice que un mesero dijo que le pedí que pusiera algo malo en su bebida, ¡yo no lo hice!

Bryce acunó su rostro.

—¡Claro que no! Yo te creo, te conozco, Marbella, esa es la diferencia entre Lugh y yo, él te conoce, pero no cree en ti, ¡él no te ama! ¿No lo puedes ver?

—¡No lo entiendes! Debo demostrar mi inocencia, entonces, él me creerá.

Marbella se alejó de él, fue a la habitación, la puerta estaba entreabierta, podría escuchar las voces adentro.

Al asomarse, Lugh estaba sentado a un lado de la camilla, frente a Vanessa, dándole la espalda a la puerta, no podía verla.

—Lo siento tanto, ¡Has sufrido mucho, Vanessa! Defendí a alguien malo, y te dañe a ti.

—Lugh, promete que tendremos a otro bebé, por favor, por la memoria de nuestro hijo muerto —dijo la mujer con voz entrecortada—. ¿Lo prometes?

Lugh miró sus ojos, se sentía culpable, asintió despacio.

—Sí, voy a recompensarte por la muerte de nuestro bebé.

La mujer acunó su rostro, besó sus labios, y él no se negó, fue un ligero roce, pero Marbella lo vio todo.

Cuando Vanesa abrió los ojos, se alejó, y Lugh miró atrás porque la mujer lo hacía, encontró a Marbella, sintió un peso en su corazón.

—¿Qué haces aquí? ¿Acaso debo enviarte a la cárcel para que me dejes en paz?

—¡Me traicionaste! —dijo con la voz débil—. Todo pude perdonarte, incluso está absurda acusación, pero la besaste cuando ya dijiste que eras mío, ahora puedo ver que nunca lo fuiste.

Marbella se quitó el anillo de bodas, lo lanzó contra el suelo, rebotó justo a sus pies.

—¡Lárgate! Debiste morir tú, y no un pequeño ser inocente —dijo Lugh con rabia

Los ojos de Marbella se ensancharon, segundos después se volvieron pequeños, oscurecidos como la noche.

—Ahora para ti ya estoy muerta, y te odio, más de lo que te amé, ahora te odio, esperaré a ver que la venda de tus ojos caiga, ten por seguro que estaré feliz cuando suceda, lista para burlarme de ti.

La mujer salió a toda prisa, sin mirar atrás.

Lugh se quedó estático, con un nudo en la garganta.

—¿Lugh? No me dejes por ella, otra vez, por favor, amor…

Lugh levantó el anillo, salió de la habitación, cuando buscó afuera del hospital no la encontró.

Marbella caminaba sin rumbo, Bryce la seguía, ella no parecía dispuesta a detenerse.

Se sentía perdida, los recuerdos de su infancia volvieron.

No tenía a nadie en el mundo que no fuera a los Ackerman, y a su prima Cordelia.

Era huérfana, sus padres, y casi toda su familia, a excepción de Cordelia habían muerto en un terremoto en su país, del cual ellas sobrevivieron.

Estaban solas en el mundo, hasta que la abuela Delia Ackerman se apiadó y las trajo a vivir con su familia, adoptándolas, las niñas se volvieron parte de los Ackerman.

Desde niña sintió ese amor por Lugh, el nieto mayor de los Ackerman, él la cuidaba y tenían un amor de niños, hasta que él fue enviado a estudiar al extranjero.

Al volver, hecho un hombre, ella siguió amándolo, pero él la despreció al ser obligado a casarse con ella por el deseo de su madre, que estaba muy enferma, luego de la muerte recién de la madre de Lugh, la relación mejoró, el amor entre los dos renació en esos tres meses, hasta ahora que todo parecía haberse marchitado.

—¡Todo lo que amo se destruye! —exclamó llorando.

Bryce bajó del auto, se acercó a ella.

—Marbella, odio que llores por quien no te valora.

—Ya no lloraré más por él, vamos por mis cosas, me iré, eso es lo que quiere, me iré de su vida para siempre.

Bryce la miró determinada, frunció el ceño.

—¿Y qué harás? ¿A dónde irás? ¿Con Los Ackerman?

—No, quizás también me odien, ya me cansé de ser la protegida de los Ackerman, me iré lejos, a comenzar de nuevo.

Ella subió al auto, Bryce condujo a casa.

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