A Amelia le pusieron una capucha para que no viera el camino que conducía a la casa y escondite de Marino Calavera, la cual quedaba fuera de la ciudad.
Cuando llegaron el Tigre la bajó del auto y la dirigió a una de las habitaciones de la casa y allí le quitó la capucha. Amelia miró a todas partes y vio que era una habitación muy lujosa. El Tigre con un gesto le señalo la cama; sobre esta había un vestido rojo, ropa interior de fina lencería, un perfume, joyas y maquillaje.
—Báñate y arréglate para el patrón.
—¡¿Qué?! —El Tigre con aspereza le dijo:
—¿Acaso ya se te olvidó como debe presentarse ante Marino Calavera? O es que deseas continuar con tu facha de señora decente.
—Creí que él solo quería verme. —ÉL se carcajeó.
—P