Capítulo setenta y cinco. Curiosidad y desconfianza
—¿Estás bien?
Nayla limpió sus lágrimas al escuchar la voz del hombre a su espalda.
—Sí, no te preocupes —respondió con prontitud y, aunque era una completa mentira, pues su corazón lloraba lágrimas de sangre.
—No lo parece, ¿por qué no vienes a la cocina? Le pediré a mi hermana que te prepare un té —se ofreció.
Nayla había creído que quien le hablaba era uno de los invitados a la fiesta de boda, pero al girarse se encontró con el rostro de Ahmed, el hermano de Halima y nuevo asistente de Hasan.
—No quiero molestar a Halima, debe estar volviéndose loca con el banquete —respondió con rapidez.
—No será ninguna molestia, también puedo hacerlo yo si no te molesta —dijo.
Nayla asintió, no se sentía bien y quizá un té le ayudaría, pues no sería una solución.
—Eres muy amable, Ahmed —susurró en tono bajo.
El hombre le sonrío y Nayla se quedó petrificada al verlo, de repente fue como si Ahmed le recordara a alguien, pero negó. Debía ser su estado de ánimo que le jugaba una mala pasada.
—Ven,