El lunes muy temprano Alberto bajó listo para salir, Regina y Daniel estaban desayunando.
—¿Y Ángela?
—No ha bajado aún. —Contestó Regina.
Él aún de pie se bebió un vaso de jugo de naranja.
—Nos vemos al medio día.
—¿No vas a desayunar?
—Le diré a mi secretaria que me compre desayuno, necesito pasar un momento por la oficina de Renato; voy a ponerle las cartas sobre la mesa, no muy a permitir que Alejandro vuelva a molestar más a mi hija.
—Bueno mijo, que Dios te acompañe.
Cuando Renato llegó a la oficina su secretaria le dijo que el señor Alberto tenía rato esperándolo en la recepción.
—Hágalo pasar a mi oficina.
Cuando Alberto llegó Renato le dio la mano:
—¿Cómo estás Alberto.
—Yo