La piel de mi mano me arde, pero no es lo único que arde con el toque de Leonel. También me arde el estómago y se lo doy a conocer atravesándolo con mi mirada. Él me dedica una sonrisa suave, después dirige sus ojos a su primo. Leandro por su parte carraspea y toma su cubierto.
—Nada en especial. Es impactante y grato tenerte de nuevo con nosotros Clara — dice.
—Gratísimo — alza su copa con vino Luciano.
Quiero que Leonel me deje de tocar, y fuerzo mi mano para salirme de su toque. Pero, Leonel tiene vena de secuestrador porque no me permite moverla como quiero, la aprieta más y más.
—¿Ese es el anillo de mamá? — pregunta curiosa y filosa Leah analizando mi mano — Pensé que habían hecho borrón y cuenta nueva. ¿O cómo es que fue? No debo ser la única confundida con tu reintegración a la familia.
—Hija, es una joya que cedí a mi primer nieto en casarse. Habíamos discutido ya de esto — comenta Leonor.
—Sí, a la esposa de tu nieto, no a tu hija, ya lo sabemos mamá, no hace falta repetirlo