Ella sabía que estaba allí gracias a su hermana mayor, esa que siempre la había cuidado, protegido y amado; uno de sus sueños más grandes se cumplía gracias a ella y Julieta no podía sentirse más agradecida.
—Mi señor descansa aquí, en esta paz —dijo la joven e inhaló fuerte cuando su hermana tomó su mano y la invitó a caminar hacia el interior de la iglesia.
Para mantenerla tranquila, pues la joven estudiante quería llorar y recitar en honor a su ídolo, Margarita abrió su mochila y tomó uno de los viejos y gastados libros de Shakespeare, uno de los favoritos de Julieta y que, Margarita había puesto en su maleta el primer día.
—Durante la época en que el señor Escala gobernaba a