Es entonces que pienso en todo el sufrimiento que he experimentado, las noches sin dormir, el estrés y miedo vivido por no saber cuándo la muerte vendrá por culpa de sus negocios ilegales y su terrible forma de tratar a las personas.
‘Deberías dejarlo aquí. Que lo asesinen y tú sigue con tu vida como puedas.’ Me dice mi mente.— ¡Eva, no te atrevas a dejarme, maldita sea! — grita Arnold.— Yo…— ¡No me hagas esto, maldita sea! — grita Arnold y yo reacciono quitándome el cinturón e incluso mi ropa para amarrarlo a la antena metálica y así, hacer una cuerda improvisada para que Arnold suba.— ¡Sabía que ibas a traicionarme, maldita sea! ¡Que tonto he sido! — dice él mientras ato todo.Así que, antes que diga algo más, lanzo la cuerda improvisada y me asomo, temiendo que sea m