Celebro internamente porque tendré a mi pequeño para mí, una familia de dos: madre e hijo. Una chica que no tenía familia con quien refugiarse y ahora tiene alguien que es mitad mía, una mitad que me aferraré por hacer más grande para que no tenga problemas en un futuro por la maldad… de su padre.
Salgo del consultorio con una nueva fotografía de mi bebé, una que no olvido como la última vez y me marcho hacia el área de fertilidad donde me encuentro a Gabriela llorando.— ¿Te encuentras bien? — pregunto preocupada.— Mi esposo es infértil. Es él quien tiene dificultad para tener hijos. — dice Gabriela llorando y yo la abrazo.— Hay tratamientos, no te desesperes, querida, cuando menos lo esperes, podrás tener muchos bebés. — le aseguro, pero ella solo llora durante varios minutos en los que no sé c&oacut