Isabella llegó hasta los casilleros de paquetería y recogió sus pertenencias.
En el camino ya había planeado cómo y a dónde huir, solo necesitaba llevarse sus documentos.
Revisando su bolso para ver si tenía completos su cédula y demás, de repente encontró una pequeña caja.
La tomó y la abrió, y lo que apareció ante sus ojos era una...
Cadena de esmeraldas.
Esta no era la diadema de rosas que Lorenzo le había comprado, esa ya se la había devuelto, sino que esta era...
De hace veinte años, la que Marisela le había dado.
También era la que después le había pedido que le devolviera, y ella había dicho que ya la había perdido hacía tiempo.
¿Por qué la había guardado hasta ahora?
Porque desde que vio por primera vez a Marisela usándola cuando eran niñas, supo que tenía un valor considerable.
Efectivamente, cuando creció, la mandó a tasar, y esta esmeralda era de la más alta calidad, una cadena que podía venderse por más de diez millones de dólares.
Isabella se quedó mirando la cadena, y de