—Contrólate un poco y deja de molestar a mi amiga, o te las verás conmigo.
Ulises no prestó la más mínima atención a esta amenaza, eligiendo ignorarla con total arrogancia.
Al ver esto, Celeste se enfureció aún más, pero no había nada que pudiera hacer contra Ulises.
¿Discutir? No podía ganarle en una discusión.
¿Pelear? Con una sola palmada, Ulises podría tirarla al suelo y no dejarla levantarse.
Si cualquier otra persona molestara a Marisela, ella defendería a su amiga sin dudar, pero precisamente quien la acosaba era Ulises, quien la había intimidado desde pequeña.
Pasó de la ira a la impotencia, luego a la frustración, y finalmente a lamentarse por sentirse inútil.
No podía proteger a Marisela. No era una buena amiga.
—Ella ya tiene suficientes problemas. ¿No podrías ser un poco más considerado y dejar de atormentar a una pobre chica inocente e indefensa? —intentó apelar a su lado sensible ya que la confrontación no funcionaba.
—No sabes lo terrible que ha sido la vida de Marisela,