Lorenzo se sentó en el sofá, se aflojó rápidamente la corbata y sacó su teléfono móvil para marcar un número. Después de un rato, la llamada finalmente fue atendida. Se escuchó la voz de un hombre al otro lado de la línea:
—Lorenzo, ¿qué sucede? ¿Por qué llamas a esta hora?
—¿Has oído hablar de un científico llamado Charlie Kim? —dijo la voz tranquila y sin emociones de Lorenzo.
—¿El famoso astrónomo? ¿Quieres contratarlo? —respondió Samuel en tono casual y relajado, como si no tuviera nada que ver con el plan de envenenar a Lorenzo.
Lorenzo continuó sin prisa:
—He oído que padece esclerosis lateral amiotrófica y no puede moverse en absoluto, pero sigue vivo. Eso se considera un milagro médico. Samuel, tú solo tienes una discapacidad en las piernas y estás mucho mejor que él. ¿Quieres ser el siguiente milagro?
Samuel no respondió de inmediato.
La voz fría y distante de Lorenzo se volvió repentinamente severa:
—Samuel, si vuelves a hacer algo parecido a los míos, ¡serás el segundo Char