Celeste tenía un mal presentimiento, sin saber qué él iba a hacer. Agarró con firmeza la corbata del hombre que él le había metido en la mano, y retrocedió un paso de manera instintiva.
Lorenzo miró a Enzo y su tono fue muy tranquilo:
—Tendría que esperar un poco.
Cuando terminó de hablar, caminó con grandes pasos hacia el guardaespaldas, llegando frente a él en un par de zancadas, y le lanzó una patada brutal que lo hizo volar.
¡Boom!
El guardaespaldas aterrizó a metros de distancia, escupiendo sangre, y a duras penas se levantó del suelo.
En ese momento, Lorenzo se le acercó de nuevo, lo agarró del cuello de la camisa y lo estrelló con fuerza contra la esquina de una mesa.
Se escuchó el sonido de los huesos rompiéndose, y en la cabeza del guardaespaldas apareció un agujero, ¡de donde brotó un torrente de sangre!
—¡Ah!
A un lado, Marina lanzó un grito de terror. Ella y Héctor ya se escondieron detrás del sofá, temblando de miedo ante esta escena tan violenta.
Lorenzo, con una expresi